El tiempo en épocas de éxodo

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Como dMillennial, y por supuesto también a título personal, siempre he pensado que no hay nada mejor que el mundo rural para «mantenerse vivo y seguir soñando«. Y es por ello que os comparto un humilde relato corto que busca despertar conciencias y recordar que hay que seguir soñando y luchando por nuestro patrimonio rural…espero que lo disfruten:

“Señores, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño. Yo fui loco y ya soy cuerdo; fui don Quijote de la Mancha y soy agora, como he dicho, Alonso Quijano el Bueno. Pueda con vuestras mercedes mi arrepentimiento y mi verdad volverme a la estimación que de mí se tenía, y prosiga adelante el señor escribano.”

Y así fue cómo, el que había sido mi compañero y jefe durante varios años, me dejó solo ante el mundo. Los primeros días no quise salir de casa ni ver a nadie en el pueblo, pues la muerte del Sr. Quijano era trending topic del momento en todas las redes sociales.

Como es normal en estas situaciones, muchas eran las versiones de su muerte; que había sido asesinado a manos del novio de Dulcinea, que se había caído del caballo e, incluso, que yo mismo lo había traicionado por un puñado de monedas…no es fácil defender el honor en la era de la posverdad.

Pasaron semanas hasta que empecé a pensar en qué iba a ser de mi vida. Yo había estudiado para escudero y toda mi vida me había dedicado a tal menester. Aún oigo las palabras de mi madre retumbando en mi cabeza: “Sancho, hay que estudiar para llegar a algo en la vida, así que aprovecha las oportunidades que yo no tuve y prepárate para escudero.”

No conseguía sacar esa idea de mi cabeza, toda una vida de escudero y ahora qué. Pero no podía permanecer impertérrito, así que busqué en los anuncios del periódico y llamé a multitud de caballeros andantes. Sin embargo, nadie contrata a una persona de más de 40 de años sin experiencia en los nuevos tipos de armas digitales, o sin un Master in Shield Administration.

Recorrí toda la comarca dejando mi currículum y realizando procesos de selección, en algunos de los cuales llegaron a pedirme el conocimiento de dos idiomas con nivel bilingüe (uno de ellos polaco). Yo simplemente quería volver a lo que me había dedicado toda mi vida, pero sólo recibía los siguientes mensajes por carta: “we regret to inform you that your application has not been successful”, ¿qué quería decir esto? ¿acaso los caballeros habían empezado a librar batallas fuera del territorio nacional?

Aunque no había lágrimas en mis ojos, lloraba todos los días por la pérdida de mi antiguo trabajo y mi querido jefe, cuyas palabras “confía en el tiempo, que suele dar dulces salidas a muchas amargas dificultades”, me hicieron no perder la esperanza y seguir luchando.

El día 22 de abril de un año que acaba en 616, con todo el valor del que disponía cargado en el zurrón, salí de mi pueblo abierto a andar tierras y comunicar con gentes diversas.

Es cierto que me daba vértigo la idea de adentrarme en mundos desconocidos que, en mi cabeza eran gigantes, pero confiaba en que finalmente fueran molinos. En realidad, yo estaba en esa edad en la que aún no has decidido si formar una familia o perderte por el mundo, así que me lo debía a mí mismo y se lo debía a Don Alonso Quijano, ya que siempre decía que el ver mucho y leer mucho, aviva los ingenios de los hombres.

Los primeros meses fueron trepidantes. Trabajé de tabernero en París, de mensajero en Roma, de herrero en Berlín y un sinfín de cosas más que ya ni recuerdo. Me sentía libre, el mundo parecía no tener límite y, la gente con la que conversaba y compartía momentos, transformaban la forma de entender mi propia existencia como si fuera arcilla en sus manos. Sin embargo, los meses pasaron y empecé a descubrir la cara oculta de la Tierra.

Descubrí con mis propios ojos cómo la gente malvive en chozas a millones de kilómetros de sus casas, de las cuales tuvieron que salir huyendo del terror de monstruos andantes que no eran caballeros. Que los mares estaban llenos de vidas anónimas de marineros que no buscaban tesoro alguno. Que la gente se había enamorado de Dulcineas en forma de objetos que contaminan los mismos mares llenos de marineros a la deriva. Que el hambre estaba muy presente en sociedades que nunca habían comido tanto y, sin embargo, nunca habían estado tan mal alimentadas. Que ya no había tiempo para poetas que escriban más de 120 caracteres. Descubrí que ya nadie leía libros de caballería…

Fue en ese momento cuando me sentí responsable de todo lo que pasaba y me armé hasta los dientes con mi poco poder de palabra, pero mi gran pasión por la verdad.

No estaba en absoluto de acuerdo con esa actitud relajada y laxa que había invadido el mundo. Sin embargo, sólo me quedaba el resto de mi vida para solucionarlo. Y una vida es muy poco, una vida no es suficiente para tantas cosas que hacer, tantas ideas que promover y tantos nuevos lugares que recorrer.

Nuevos lugares que en realidad son ganas de regresar, pasión y amor, sueño y desilusión. Un deseo enorme de rencontrarme con Don Alonso Quijano, con mi pasado y escapar de mi futuro.

Un futuro en el que nadie pueda medir el tiempo, nadie tenga calendarios ni agendas en sus mentes, sólo amaneceres y atardeceres suspendidos entre el mar y el cielo.

Y así dedico mi último post a todos aquellos que están escapando, ya que huir se ha convertido en el único medio para mantenerse vivo y seguir soñando…

Autor: Carlos Alberto Serrano Redondo